Elegimos ubicar nuestra manifestación artística en un espacio común, donde la gente circulaba todo el tiempo y era inevitable no toparse con ésta. Consistía en un espejo suspendido acompañado de un audio que el espectador debía escuchar y mirarse al mismo tiempo, interactuar con ésta. También, para aportar más protagonismo al espectador, decidimos no titular nuestra producción, y colocamos un cuaderno en donde cada persona podía expresar su experiencia, dar su opinión y su propio título. 

La intención fue proponerle al público la posibilidad de tomarse dos minutos de reflexión (tiempo estimado de duración del audio). El audio consistió en una serie de preguntas relacionadas con la identidad, con el sentido de la existencia, preguntas dirigidas al cuestionamiento directo acerca de quién soy. Estos interrogantes estaban acompañados con sonidos de fondo, pausas y silencios que ayudaban a generar el clima adecuado para captar la atención.

La obra tenía que detener al público, detenerlo de su rutina diaria, hacerlo mirarse en un espejo y pensar ¿Qué estoy haciendo?  ¿Es realmente lo que deseo?