
"Sin título"
Aspectos conceptuales
Para concretar la idea de nuestra manifestación artística tomamos algunos conceptos útiles al momento de pensar la “Identidad”.
Identidad es lo que no cambia en una sociedad cambiante, lo que siempre es igual, lo inmutable eso es identidad, aquello que ordena y etiqueta lo real, juega en el terreno de lo propio, amurallándose, encerrándose y donde la irrupción de lo extraño molesta. Arraigado al esencialismo, que cada cosa es lo que es y no otra cosa, una esencia presente en aquello, que por más que le quite todas sus características sigue teniendo esa esencia que lo hace tener una identidad propia. Pero cuando pensamos en su relación con el mundo, se inserta el poder, un poder lleno de premisas y discursos canónicos de cómo debe ser, o lo que se espera que sean esas personas a conveniencia de un otro que tiene el poder, una cuestión de poder, que instala una idea como única, verdadera y completamente absoluta, indiscutible, con un fundamento lleno de certezas, de la cual quien no se adapte a esta “verdad” queda excluido, como expresa la autora María Laura Rosa en “la cuestión del género” donde se plantea ¿por qué en la revisión de la historia del arte tradicional no existe ningún registro de grandes mujeres artistas? Será que ven a la mujer como alguien completamente incapaz de poder alcanzar el genio que se necesitaba para poder ser una gran artista, esa idea de genio que asume y afirma con total certeza la inferioridad del sexo opuesto, la otredad, con aquel fundamento de que la mujer es quien es, por una identidad prestada por el hombre en donde hace de la subjetividad un elemento necesario en las teorías sociales del poder, abaladas por un sistema patriarcal.
La noción de genio, el mito del artista como genio construye una estructura “natural” que evoca en una narración e instituye a grandes maestros del arte, fue instalada en el renacimiento y crece con el individualismo liberal y romántico. En él pone en juego una serie de juicios de valor que motiva a que los artistas se vuelvan visibles para la historia del arte tradicional, aquellos que encajan en lo masculino, clase media y blanca, mientras que ese otro “el extraño” se vuelve invisible, incomprensible, antinatural e intolerable desde una perspectiva, que a lo largo del tiempo construyó en imágenes y símbolos culturales la noción de mujer, sexualidad femenina y femineidad, desde el sistema falo céntrico.
Al crear nuestra manifestación, se nos han presentado una gran cantidad de parámetros que nos llevaron al punto de pensar la identidad como un concepto amplio y cargado de subjetividades. Lo primero que nos preguntamos fue justamente ¿qué es la identidad?
Luego de reflexionar y debatir al respecto, consideramos que ciertamente, no hay una respuesta única y absoluta a esa pregunta. No existe una forma, color, nacionalidad o cultura en donde pueda encerrarse una identidad. Si bien cada une de nosotres habita un cuerpo, territorio de experiencias y emociones, envase matérico que contiene nuestro ser y estar, aquí y ahora, tampoco podemos definir que en cada cuerpo habita una identidad. O muchas. O acaso, ¿ninguna? Nos cuestionamos entonces si en verdad, ¿existe la identidad?
En el capítulo IV titulado “La cuestión del género” de María Laura Rosa que figura en el libro de la escritora Elena Oliveras, “Cuestión de arte contemporáneo. Hacia un nuevo espectador en el siglo XXI”, aquella aborda el debate acerca de la concepción binaria de la identidad sexual como un hecho constructivo que parte del aparato social y cultural. Al ser un concepto binario, entendemos que caben en él solamente dos posibilidades identitarias, y hablando puntualmente de género entonces, se es masculino o se es femenino, visión que claramente nos parece un tanto acotada para la realidad que hoy nos acontece. La autora sugiere en su texto la superación del concepto binario de identidad, con la cual concordamos tanto en la práctica como en la teoría. Creemos que para concretar el objetivo de construirnos como sociedad de manera inclusiva, es necesario y urgente traspasar los límites impuestos, y entender nuestra identidad, no como una certeza si no, como una constante búsqueda en la cual entra en juego un Yo subjetivo atravesado tanto por conflictos como puntos de encuentro, ya sea consigo mismo y/o con la otredad. Pensamos entonces a la identidad como una construcción de discursos en constante cambio.
Vinculado también a lo comentado anteriormente, en el capítulo segundo del libro “Escribir las imágenes: ensayos sobre arte argentino y latinoamericano.”, su autora, Andrea Giunta hace un análisis acerca de la obra de la artista plástica cubana Ana Mendieta. La misma trabaja con el uso de su propio cuerpo como eje de su producción artística, el cual es intervenido y penetrado por distintos recursos, materiales y herramientas discursivas que hacen a la composición de su lenguaje estético y gramatical, así como también a la construcción del mensaje que Mendieta intenta enunciar. Una de las cuestiones en la que la artista hace hincapié en el desarrollo de sus performances, es en esta idea de correr de lugar la definición unilateral de la identidad. Nace de su propio cuerpo la posibilidad de emerger desde un sinfín de identidades conjuntas, y de esta manera pone en foco el debate sobre las múltiples construcciones y deconstrucciones que pueden habitar una misma persona. Dicho esto y remitiéndonos al presente análisis también, nos seguimos cuestionando y repensando: si no es unilateral, si no es binaria, entonces, ¿cuántas posibles identidades caben en un cuerpo?
Teniendo en cuenta lo redactado anteriormente creemos importante concluir esta memoria conceptual con algunas afirmaciones y preguntas, entonces ¿Cómo pensamos la identidad? ¿Cómo una certeza o como una búsqueda? seguiremos pensando lo siguiente: ¿es quien soy? o ¿cómo voy siendo?